Ética hacker
El término hacker hace referencia, también, a la ética hacker, que considera que el acto de compartir información es positivo y que es un deber moral de todo hacker emplear sus habilidades en la liberación de la información, reconociendo como únicos límites el vandalismo y la violación de la privacidad.
Cultura
Llamamos conocimiento a la interpretación que cada uno de nosotros hace de la realidad a partir de la información a la que tiene acceso. Dicha construcción es personal y, por lo tanto, carece de sentido atribuir a una persona derechos económicos sobre los conocimientos de otra persona.
Llamamos cultura al conocimiento que es compartido entre los miembros de una comunidad. En la construcción de dicho conocimiento no participa una persona sola sino que, en realidad, suele ser el resultado de la interacción entre los conocimientos de los actuales miembros de dicha comunidad, de personas externas a ella e incluso de personas que ya no existen. La cultura, por lo tanto, es producto de una sociedad y no de un individuo en concreto, por lo que es la propia sociedad la beneficiaria de la cultura. Al ser imposible delimitar la participación de cada individuo en la generación de dicho conocimiento compartido tampoco debería delimitarse el acceso de cada individuo al disfrute del conocimiento. La cultura es, por tanto, un bien común.
Durante la mayor parte de la historia de la Humanidad la creación cultural fue más una contribución a la cultura de la comunidad que una fuente personal de ingresos. Decía Carl Sagan, en su obra Cosmos, que la Biblioteca de Alejandría debía buena parte de sus fondos a la costumbre de realizar copias de libros encontrados al registrar los barcos que llegaban al puerto de dicha ciudad:
Los buques de comercio que arribaban a Alejandría eran registrados por la policía, y no en busca de contrabando, sino de libros. Los rollos eran confiscados, copiados y devueltos luego a sus propietarios.
Probablemente la primera pugna de la que se tiene noticia por los derechos de copia de una obra se produjo, si la tradición es cierta, entre el monje Columbkille (actualmente conocido como San Columba) y el abad Finnian (actualmente conocido como San Finnian) en Irlanda, en el año 560. Columbkille realizó a escondidas una copia de uno de los libros de la biblioteca de Finnian. Finnian, al saberlo, reclamó la posesión de la copia y Diarmait, el rey de Irlanda, le dio la razón argumentando que “igual que es el ternero a la vaca, es la copia al libro”.
Se cuenta que Columbkille,cuyo clan había dominado Irlanda durante mil años, sublevó a los Ua Néill (actualmente conocidos como O’Donnell) del Ulster contra el ejército del rey Diarmait para conseguir el libro. El conflicto finalizó con más de tres mil muertos en la batalla de Cul Dreimhne, en 561, tras la que Columbkille fue exiliado a Escocia. La tradición dice que el libro en cuestión es el Cathach de San Columba, que actualmente puede verse en el Museo Nacional de Irlanda, en Dublín, aunque parece ser que el libro expuesto en el museo es posterior a Columbkille.
Independientemente de la veracidad de la leyenda de Columbkille el dictamen del rey Diarmait, comparando la posesión de un libro con la de una vaca y la copia de un libro con la crianza de un ternero, da una idea aproximada de lo que debía ser el derecho de copia en la Edad Media. Al menos en el caso de Finnian contra Columbkille el derecho de copia era ostentado por quien poseía una copia del libro, no por el copista ni por el autor.
En realidad la copia de libros era un acto raro en aquella época, dada la escasez de papiro o pergamino. Fue la aparición del papel (como consecuencia de los desperdicios de algodón de la recién creada industria textil de finales de la Edad Media) lo que facilitó enormemente la copia de libros, aunque antes del uso de la imprenta en Europa esta actividad era más una actividad cultural que un negocio.
En el siglo XIV Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, incluye en El libro de buen amor la que
probablemente sea la licencia libre más antigua conocida en lengua castellana:
Qualquier ome que lo oyga, sy bien trobar supiere,
puede más añadir e enmendar si quisiere.
Ande de mano en mano: qualquier que lo pidiere.
Como pelota las dueñas, tómelo quien pudiere.
Pues es de Buen Amor, prestadlo de buen grado:
no le neguéis su nombre ni le deis rechazado,
no le deis por dinero vendido nin alquilado;
porque non tiene valor nin graçia el Buen Amor conprado.
La mayor parte de los creadores que percibían algún dinero por su trabajo lo hacían más como obreros especializados o artesanos que como artistas, en el actual sentido del término. Es en el Renacimiento cuando aparece la moderna concepción del artista, generalmente sostenido por mecenas. El mecenazgo es una práctica que se ha prolongado hasta nuestros días, época en que generalmente es ejercido por administraciones públicas y empresas de todo tipo, como una forma más de relaciones públicas.
Fue la imprenta de Gutemberg (en el Renacimiento) la que posibilitó la industrialización de la copia de libros. En 1480 los Reyes Católicos dictaron lo siguiente:
Considerando los Reyes, de gloriosa memoria, quanto era provechoso y honroso que a estos sus Reynos se truyeren libros de otras partes, para que con ellos se hiciesen los hombres letrados, quisieron y ordenaron que de los libros no se pagase el alcabala: y porque de pocos días a esta parte algunos mercaderes nuestros naturales y extrangeros han traido, y de cada día traen libros buenos y muchos, lo qual parece que redunda en provecho universal de todos, y en ennoblecimiento de nuestros Reynos.
En 1480, tres décadas después de que Gutemberg publicase el Misal de Constanza, el libro impreso aún estaba en la edad de la inocencia, pero pocas décadas después la imprenta se reveló como una herramienta que no solo contribuiría a difundir el conocimiento, sino que también difundiría cualquier nueva forma de ver el mundo. En 1502 la reina Isabel la Católica dictaba lo siguiente :
Mandamos y defendemos que ningún librero ni impresor de moldes ni mercaderes, ni factor de los susodichos, no sea osado de hacer imprimir de molde de aquí adelante por vía directa ni indirecta ningún libro de ninguna facultada o lectura, o obra, que sea pequeña o grande, en latín ni en romance, sin que primeramente tenga para ello nuestra licencia y especial mandado.
En pocas décadas se había desarrollado un floreciente negocio editorial, al mismo tiempo que que se desarrollaba también el miedo de los poderosos al comprobar como el nuevo invento tenía capacidad para difundir ideas de todo tipo, algunas contrarias a la mentalidad dominante en la época. Los intereses de los impresores en eliminar a posibles competidores coincidieron con los de la élite gobernante en controlar los contenidos, dando lugar a una estrecha colaboración que beneficiaba a ambos sectores. Acababan de nacer la censura y la industria cultural.
La posibilidad de realización de grandes cantidades de copias de un original se convirtió en un floreciente negocio nada más nacer y en cuanto la copia de libros pasó a ser una actividad industrial aparecieron los privilegios que otorgaban la exclusiva (al impresor, no al autor) de la publicación durante un periodo limitado, hasta que en 1710 el Estatuto de la Reina Ana reconocía los derechos del autor (y no los del impresor) sobre la obra. El Estatuto de la Reina Ana concedía la exclusiva al autor durante catorce años, prorrogables durante otros catorce si aún seguía vivo. La primera Sociedad de Autores y Compositores Dramáticos fue creada en Francia en 1777, coincidiendo con los albores de la revolución industrial. Las sucesivas leyes sobre derechos de autor que se han redactado desde entonces en todo el mundo han ido ampliando el periodo de vigencia de los derechos de autor, generando diversos problemas:
- Restricciones al acceso del público a obras culturales de reciente creación, limitando su acceso a quienes puedan pagarlas.
- Restricciones al acceso del público a obras huérfanas, aquellas que no son accesibles bajo pago debido a que su publicación ya no resulta rentable, ni tampoco pueden ser publicadas sin ánimo de lucro dado que aún no han pasado al dominio público (es decir, que los derechos de autor siguen vigentes aunque no se ejerzan).
- Expolio encubierto del dominio público, publicando versiones recientemente editadas (y, como adaptaciones recientes, con derechos de autor vigentes) de obras antiguas en lugar de las originales (que deberían estar disponibles gratuitamente al formar parte del dominio público).
- Privatización, en general, de toda obra, y ocultación del repertorio de obras libres. El objetivo es obligar a particulares, empresas y administraciones públicas a pagar por todo acceso a la cultura.
- Criminalización de toda persona, empresa o administración que se oponga a la industrialización de la cultura mediante la publicación y/o divulgación de contenidos libres. En España, por poner un ejemplo concreto, las editoriales de libros de texto han acusado repetidas veces a las administraciones educativas de intromisión y de fomentar la piratería por publicar sus propios materiales al margen de las editoriales.
Con el tiempo se desarrollaron tecnologías que posibilitaron hacer lo mismo con audio e imágenes. En reacción a esta privatización de la cultura, y a imitación del movimiento del software libre, ha surgido el movimiento de la cultura libre, que promueve la publicación de obras bajo licencias libres, pide la revisión de la legislación sobre la mal llamada propiedad intelectual y rescata y pone a disposición del público aquellas obras que ya han pasado al dominio público.
Las administraciones públicas, más sensibles a los intereses de las industrias culturales que a las necesidades de las personas, suelen legislar a favor de las primeras e ignorar la existencia y potencialidades de la cultura libre. Así, por ejemplo, resulta llamativo que la vigente ley del libro defina claramente los conceptos de editor, distribuidor, librero, consumidor final y productor/impresor, pero olvide definir los conceptos de autor y lector.
Al igual que ocurre con el software libre y el propietario a menudo se defiende, desde las administraciones públicas, la industria cultural como gran contribuidora al PIB y, por lo tanto, como socialmente beneficiosa, y se ataca a los promotores de la cultura libre como a enemigos de la industria cultural, del PIB y, en general, del bienestar social. Al igual que ocurre con el software libre se oculta el hecho de que la cultura libre contribuye positivamente al IDH (a través de su contribución a la educación), que mide el bienestar social en mayor medida que el PIB.
Ciencia
También encontramos en el ámbito filosófico y científico ideas similares a las de Juan Ruiz. Ya en el siglo XII el bretón Bernardo de Chartres decía
mismo principio cuando dijo
Es evidente que tanto Bernardo de Chartres como Isaac Newton consideraban que el acceso al conocimiento era vital para generar más conocimiento. E incluso Newton decía claramente que su obra solo había sido posible por haber sido construida sobre los conocimientos heredados, junto con él, por toda la Humanidad. Una misma idea había acompañado el desarrollo del conocimiento humano al menos durante los nueve siglos que separan a Bernardo de Chartres de Stephen Hawking y, a pesar de todos los paradigmas filosóficos y científicos que han nacido y muerto en ese tiempo la frase de Bernardo de Chartres sigue vigente.
Tecnología
Durante buena parte de la historia no hubo barreras legales a la difusión del conocimiento científico o tecnológico, pero en 1883 la revolución industrial había generado grandes intereses en torno al control de la tecnología, y comenzó con el Convenio de la Unión de París el desarrollo de legislación internacional destinada a la protección de la llamada propiedad industrial en todas sus formas, desde las marcas hasta las patentes.Nueve años después, en 1892, Piotr Kropotkin publicaba La conquista del pan, explicando así su opinión sobre la propiedad industrial:
Antes del boom de la informática de los años 80 el software no era considerado un elemento de valor comercial, sino un simple complemento que permitía el uso del hardware. Era habitual, en aquellos tiempos, compartir todo tipo de información entre los desarrolladores sobre el software en que estaban trabajando. En los años 80, sin embargo, las empresas comenzaron a imponer restricciones tanto a los desarrolladores como a los usuarios de software, prohibiendo intercambios de información que hasta ese momento habían sido habituales. Algunos hackers, liderados por Richard Stallmann, se negaron a aceptar las nuevas normas y continuaron trabajando como lo habían hecho hasta entonces: compartiendo información libremente. Había nacido el proyecto GNU.
Irónicamente el año de Orwell, 1984, marcó un hito en el la historia cyberpunk. Un año antes, en enero de 1983, Apple había revolucionó el concepto de ordenador personal lanzando el Apple Lisa (primer ordenador personal con ratón e interfaz gráfica de usuario), en septiembre Richard Stallmann comenzó a organizar el proyecto GNU, en noviembre Microsoft presentó su entorno gráfico Windows, y Bruce Bethke publicaba un relato corto titulado Cyberpunk (título que acabaría designando a un movimiento literario, cultural y social). En 1984 Apple anunció el Macintosh como el ordenador que impediría que el año 1984 se pareciese a la novela 1984, William Gibson publicó su novela Neuromante (considerada como la primera gran novela del género cyberpunk), y Michael Radford llevó a las pantallas una versión cinematográfica de 1984 (volviendo a poner de moda la novela de Orwell). En este contexto, también en 1984, el periodista Steven Levy publicó un artículo titulado Hackers: Heroes of the Computer Revolution donde describe los principios éticos de los hackers del MIT (el Instituto Tecnológico de Massachussetts, donde trabajaba Stallmann) y utilizaba por primera vez la expresión ética hacker (aunque buena parte de la popularización de este término se debe a Pekka Himanen por la publicación, en 2001, de su libro La ética del hacker y el espíritu de la era de la información). Ese mismo año, también,
Donna Haraway escribiría su Manifiesto ciborg: el primer texto sobre ontología propio del pensamiento cyberpunk.
Desde entonces se utiliza el concepto de software libre para referirse a aquel que otorga permiso a los usuarios para ejecutar, copiar, distribuir, estudiar, modificar el software y distribuirlo modificado.
Íntimamente relacionado con el concepto de software libre está el concepto de estándar abierto, que podemos definir como aquel formato plenamente accesible, del que se dispone toda la información, para cuyo uso no es necesario ningún pago de regalías por ningún concepto, y que es mantenido por una comunidad abierta de desarrolladores.
El uso de software libre y estándares abiertos, además de simplificar todo lo relativo a compatibilidad de los distintos sistemas informáticos, representa un importante ahorro tanto en el desarrollo de software (ya que es posible reutilizar código ya existente) como en su uso (ya que no es necesario el pago de licencias ni patentes). Es por ello que es altamente recomendable tanto para usuarios particulares como para empresas y administraciones públicas.
Sin embargo las administraciones públicas destinan cada año grandes cantidades de dinero de los contribuyentes a la adquisición de licencias de software privativo que podrían evitarse adquiriendo software libre. Uno de los argumentos más frecuentemente utilizados suele ser el de que el uso de software libre atenta directamente contra la industria del software privativo, cuya aportación al PIB se considera superior a la del software libre, argumento totalmente válido para quienes presuponen una relación directamente proporcional entre PIB y bienestar social.
Sin embargo el bienestar social está mejor representado por el IDH que por el PIB, y aunque fuera cierto que la contribución directa al PIB fuese mayor en el sector del software privativo que en el del software libre (cuestión cada vez más discutible, especialmente después de la “explosión” de los dispositivos Android) no es menos cierto que:
- El sector de empresas de software libre está en pleno crecimiento por lo que su contribución al PIB crece cada año.
- El software libre utilizado en sanidad ahorra recursos económicos que pueden destinarse a otros fines, aumentando la eficiencia del sistema sanitario (y, por lo tanto, la esperanza de vida y el IDH) respecto a los resultados que se obtendrían si se sustituyese el software libre por software propietario.
- El software libre utilizado en educación ahorra recursos económicos que pueden destinarse a otros fines, aumentando así la eficiencia del sistema educativo (y, por lo tanto, también el IDH) respecto a los resultados que se obtendrían si se sustituyese el software libre por software propietario.