La educación que podríamos llamar “tradicional” tiene un planteamiento unidireccional: del profesor al alumno. El profesor es considerado como la fuente del conocimiento y el alumno un recipiente vacío que llenar. Cualquier interacción distinta a la establecida entre profesor y alumno es considerada una distracción o, en el mejor de los casos, es considerada como intrascendente.

La realidad, sin embargo, es muy distinta. Al ser imposible desconectar a un individuo de su entorno es totalmente erróneo planificar un proceso de enseñanza-aprendizaje que no contemple la influencia (positiva o negativa) de dicho entorno.

Se puede, por supuesto, prohibir toda interacción alumno-alumno. Pero esto significaría desaprovechar la posibilidad de enfocar un problema desde diversos puntos de vista. No es raro que la exposición más comprensible para un alumno sea la realizada por otro que comparte con él conceptos y formas de expresión similares: a veces el profesor cree que estar explicando algo de una manera accesible al alumno sin darse cuenta que está utilizando unos términos difícilmente entendibles por el alumnado.

Además el hecho de que uno o más alumnos intenten ayudar a sus compañeros multiplica los canales por los que fluye la información: el profesor deja de ser el único foco. El resultado de este proceso es que, si se gestiona adecuadamente, el grupo clase pasa de ser una red centralizada en el profesor a una red distribuida con múltiples nodos. El profesor pasa de ser el director del grupo a ser un coordinador de la red y su principal, aunque no única, fuente de recursos de información.

Last modified: Wednesday, 5 June 2024, 8:39 PM